Our arrival at the capital Dili on 19 of January was with a great
reception by the Dominican Sisters in Timor and by the Secretary of
the Bishop at the Airport. There were also some other priests and
Sisters.
On the same day of our arrival, the Bishop welcomed us in his
residence and invited us to collaborate with the Diocese of Dili in
the quasi-Parish of Hatudo, in the southern part of the Island, about
120 kilometers from Dili and a 5 hour trip by car. He provided us
transportation (his own car and driver) to go and see the Mission for
us to know firsthand about the people and the state of the Mission.
The Parish Priest of Same (the parish under which our Mission is)
welcomed us into his home, where we stayed overnight, and gave us a
presentation of our Mission of Hatudo; the following day he
accompanied us personally there. It is a district with about 11,000
inhabitants, with a territory that is quite big and comprises 5
chapels. In the centre of the Mission (Leo Lima), beside the main
chapel, there is a community of Timorese Canossian Sisters and a house
for the priests, which is currently being remodeled to accommodate us.
We were told that by the end of the month, they will finish it and
then we can enter to live in it. There is electricity but not running
water. The Mission also has a new kindergarten, various primary and
secondary schools. But some are in a very poor state.
The people live in small settlements not very dispersed but always
beside the principal roads, which are all in bad state. There are
many typical Timorese houses which are built over some tree logs, with
the domestic animals living under them in the open; the houses are
made of bamboo and of thatched straw roofs. The people principally
dedicate themselves to agriculture and they work in the mountains
which are about a few kilometers away from the villages. They all go
to work on their feet.
On the roads one can see children walking kilometers every day (an
average of 5 or 6) to go to schools, some of them of the government,
which were recently built while others are still under construction.
The landscape is beautiful but the land seems to be very poor as it is
rocky thus being not apt for planting.
The climate is very warm and many trees had just been cut down along
the roads to give way to the light posts.
It is a Mission that is in great need and it will demand much
sacrifice and great apostolic zeal.
The people are simple, happy and receptive. For them the priest is
almost a “god” whom they respect and admire. The clergy of the
mountainous places which we passed through in our trip towards the
Mission in Hatudo received us well. They are very amiable, simple and
they like to tell us what they do. They seem to be well dedicated to
their ministry.
During these 10 first days, aside from trying to get to know all the
members of the Dominican Family in Timor Leste, which is composed of
the Dominican Sisters of the Rosary and the Portuguese Dominican
Sisters of Saint Catherine of Siena, we also took the opportunity to
know the other religious in Dili, the Major and Minor seminaries, the
Nuncio and those in charge of the Spanish collaboration in Timor
Leste. Everyone intimated to us their vision of the Church and of her
concern for making Timor Leste a place that is more humane and more
dignified.
We have only been here for a few days. The arrival always causes a
great impact for the cultural change, but little by little we have
already started to adjust ourselves to this new form of life and
especially to its people. The good reception which we have received
everywhere makes us feel more and more integrated in this country,
where almost five hundred years ago, our Dominican Portuguese brethren
sowed the seeds of faith.
Ruben
Nuestros primeros 10 días en Timor Leste.
Nuestra llegada a Dili, la capital, fue con un recibimiento grande de toda la familia dominicana de
Timor y por el secretario del Sr. Obispo en el mismo aeropuerto.
El Sr. Obispo el mismo día de llegar nos dio la bienvenida en su casa y nos invitó a colaborar con la
diócesis de Dili en la quasi parroquia de Hatudo, al sur de la isla, a unos 120 kilometros de Dili y a
más de 5 horas en un todo terreno. Nos facilitó el transporte para ir a ver la misión y conocer de
primera mano sus gentes y estado de la misión. El párroco de Same, misión a la que pertenece
Hatudo, nos hospedó es su casa, nos hizo una presentación del estado de la misión y nos acompañó
personalmente para verla. Es una misión con 11.000 personas y abarca una región bastante grande
con más de 5 capillas. En la misión central hay hermanas canocianas timorenses y también una casa
para los padres. Está aún sin acabar, han puesto recientemente la luz pero no tiene agua. Nos han
dicho que en un mes tratarán de acabarla para que podamos entrar a vivir. La misión tiene también
una escuela de párvulos nueva y varias escuelas primarias y secundarias, algunas en un estado muy
pobre. Las gentes viven en pequeños poblados no muy dispersos y siempre al lado del camino
principal en bastante mal estado. Hay muchas casas típicas timorenses que consisten en estar
montadas sobre unos troncos, los animales debajo a la intemperie y encima la vivienda hecha de
bambú, con el tejado de paja. La gente se dedica principalmente a la agricultura y lo hacen en las
montañas que están a unos kilómetros de las aldeas y a las que van todos los días a pie. Por los
caminos se ven continuamente niños andando kilómetros para ir a las escuelas, algunas del
gobierno recién hechas y otras en construcción. El terreno parece muy pobre ya que es muy
pedregoso y no muy apto para plantar. Un clima muy caluroso y los grandes árboles que había al
lado del camino recién cortados para dejar paso a los postes de la luz. Una misión con muchas
necesidades y que va a exigir muchos sacrificios y mucho celo apostólico.
Las personas parecen sencillas, alegres y acogedoras. Para ellos el sacerdote casi es como ¨un dios¨
al que respetan y admiran. Los sacerdotes también nos han recibido muy bien en las misiones que
hemos pasado por las montañas hasta la misión de Hatudo. Son cercanos, sencillos y les gusta
contar lo que hacen. Parecen muy dedicados a su misión.
Estos días además de aprovechar para conocer a toda la familia dominicana de Timor Leste que
está compuesta por las hermanas del Rosario y las de Santa Catalina de Sena de Portugal, también
hemos aprovechado para conocer a otros religiosos de Dili, los seminarios, el nuncio y al encargado
de la colaboración española en Timor Leste. Todos nos han hablado con cercanía sobre su visión de
la iglesia y sus desvelos por hacer de Timor un lugar más humano y digno.
Llevamos solo unos días. La llegada siempre causa una gran impresión por el cambio cultural, pero
poco a poco ya nos vamos adaptando a esta nueva forma de vida y sobretodo, sus gentes y la
buena acogida que hemos tenido por parte de todos, nos ha hecho sentirnos cada vez más
integrados en este país que fue la semilla de nuestros hermanos dominicos portugueses ya hace
más de 500 años.